En mis años de estudiante escuché en incontables ocasiones que el Canto es una disciplina muy difícil… lo cierto es que de los profesores y profesoras que pronunciaron estas palabras no aprendí nada de nada.
Los problemas en el estudiante de Canto suelen aparecer en cuanto el pseudo-maestro le habla de la pseudo-técnica: sentir no sé qué no sé dónde, elevar el paladar, impostar (se suele confundir con impostor), la máscara, los resonadores, el apoyo e incluso los más osados haciendo alarde de sus conocimientos de anatomía disertan sobre la inervación del trigémino y de los cientos de músculos que intervienen en “El arte del Canto”. No contento con eso, el pseudo-maestro o pseudo-maestra claro está, le dice al alumno, abrumado ante tal despliegue de conocimiento, lo que tiene que sentir cuando canta y no lo que realmente importa: lo que tiene que hacer. Resulta que al alumno se le oye más cuando habla que cuando canta o aprieta y empuja hasta que le duele tragar saliva… en fin, es el precio de la pseudo-técnica. Así pueden pasar 2 ,3 ,4 o más años sin que el alumno evolucione y por supuesto, crea que no avanza por su culpa y no a causa de su pseudo-maestro. En el universo del Canto lírico no hay un término medio, no se sabe mucho o poco de técnica, se sabe o no se sabe.
Si la guía es la adecuada todo encaja de un modo perfecto, en cambio, si no lo es, aprender a cantar correctamente puede llegar a resultar imposible.
Si el Canto fuera difícil nadie cantaría de natura. Ahora bien, estos cantantes de natura también se malogran con facilidad si no afianzan su naturaleza con el conocimiento de lo que hacen para cantar.
Próximamente seguiremos con el tema que nos ocupa…
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